El Colectivo contra la corrupción logró sacar ayer a las calles de Valencia a más de sesenta mil personas tras una pancarta en la que un lema clarito y sin ambages rezaba: "Contra la corrupción, Camps dimisión". Una vez más la ciudadanía va más allá del alcance de políticos y jueces, llamando a las cosas, lisa y llanamente por su nombre.
La manifestación fue posible tras sortear las mil marrullerías y amenazas que tejió en su contra el partido que maneja desvergonzadamente el Molt Horable. Esto último no es noticia, máxime si tenemos en cuenta cómo se las gasta el caballero, que no tiene empacho alguno en saltarse a la torera todos los límites de la dignidad y la verguenza política. Un comportamiento que se ha convertido en norma en la Comunidad Valenciana, territorio en el que el Partido Popular tras presentar un pretendido Código ético, se cisca en sus muertos (los del Código) al mantener en sus cargos públicos a más de una veintena de conmilitones imputados en distintos procesos judiciales.
Frente a este detestable estado de cosas, que no es exclusivo de la Comunidad Valenciana, la movilización ciudadana es un soplo de aire fresco que refleja una saludable madurez democrática. Una madurez que no ha quedarse en la legítima y pacífica toma de las calles, si no que debe tener su momento culmen en la hora en que los ciudadanos acudamos a las urnas.
Es ahí, en ese espacio genuinamente democrático, libre de la contaminación de los manipuladores, donde los ciudadanos tenemos la palabra para sancionar a quien nos defraude. De las urnas no se huye. A las urnas tenemos el derecho y la obligación de acudir para hablar con entera libertad, alto y claro, como hicieron los 60.000 cojonudos de Valencia. Todo un aviso para TODOS los navegantes.
Contra la corrupción, madurez democrática. Que cunda el ejemplo!
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