martes, 12 de abril de 2011

El ejemplo islandés.

En el marasmo de la actual coyuntura de crisis, ninguna sociedad occidental, excepto la islandesa, ha tenido el arrojo y la dignidad democrática de no asumir el coste de una situación de la que no fue causante. Los ciudadanos de Islandia se negaron por dos veces a ser dóblemente víctimas, y lo hicieron de una forma democráticamente impecable: primero tomanando cívicamente las calles en señal de protesta y más tarde a través de sendas consultas populares, la última el pasado sábado día 9,  con las que dejaron clara su oposición a asumir una deuda que no han causado y que, por tanto, no les resulta vinculante.

Pero la cosa no paró ahí. Impulsados por la determinación que proporciona la reacción frente a la injusticia, la ciudadanía fué más allá y de posible deudor pasó a cobrar su propia factura. Primero acabó con el gobierno conservador que llevó el país a la bancarrota forzando nuevas elecciones y luego,propició su participación directa en la redacción de una nueva constitución con la que prevenirse cara al futuro. En consonancia con esta actitud, el nuevo Gobierno  investigó, denunció y finalmente consiguió encarcelar a los banqueros responsables de la quiebra del país.

Sin duda una lección ejemplar de la que el resto de "paganos" deberíamos sacar conclusiones.Personalmente, saco dos: La primera se refiere al sector financiero que, por su capacidad de contaminar la economía real, debe hacerse más transparente y someterse a una supervisión eficaz y continuada. La segunda tiene que ver con la dignidad de una sociedad que levantó la voz ante el todopoderoso mercado y ha que tenido el impulso moral, el compromiso democrático y la determinación cívica para cambiar un guión que parecía intocable.

Que esto no acabará aquí. es evidente. Que los especuladores pelearán para recuperar lo perdido, es seguro. Igual que lo es el ejemplo democrático e impagable que dio la sociedad de un pequeño país de apenas trescientos mil habitantes llamado Islandia.

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